La generosidad emocional: compartir emociones para sanar

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La generosidad emocional es capaz de cambiar el mundo. Es la voluntad auténtica y desinteresada por brindar apoyo, bienestar, positividad, cercanía y esperanza. En la actualidad, ser generosos es un acto casi revolucionario.

Aunque nos resulte llamativo, no es fácil llevar a cabo esta conducta. Si bien es cierto que todos conocemos sus beneficios y ensalzamos a la generosidad como una de las virtudes más encomiables, llevarla a cabo requiere esfuerzo. Nos hemos habituado a reforzar la idea de que si hacemos algo por alguien, este debe devolvernos el favor en algún momento.

Lo más curioso de todo es que la generosidad ha sido decisiva en nuestra historia evolutiva. Ser emocionalmente disponible también revierte en el bienestar de la comunidad, y esto es algo que deberíamos tener más presente.

“No se trata de dar con el fin de recibir; consiste en ser capaces de dar porque este acto es, en sí mismo una dicha exquisita”.

-Erich Fromm-
Manos con una luz y mariposas volando para representar la generosidad emocional

¿Qué es la generosidad emocional?

La generosidad emocional es un acto de proactividad social con el que mejorar la realidad de otra persona a través de las propias emociones. ¿Qué significa esto? Por ejemplo, implica que si alguien está preocupado no va a querer escuchar frases como “es que eres un exagerado, es que tú te preocupas por nada o si hubieras hecho esto no te habría pasado aquello”.

Asimismo, esta conducta que combina lo conductual y lo emocional es el pilar más poderoso para construir relaciones felices. En un mundo en el que es habitual que muchas personas se sientan solas e incomprendidas, la generosidad emocional es una garantía de presencia, confianza y conexión. Tres elementos tan necesarios como sanadores.

Además, según un estudio de la Universidad de Lübeck (Alemania) publicado en la revista Nature: ser generosos también revierte en nosotros porque nos hace más felices.

Aunque obviamente, hay que dar el paso y algo así requiere compromiso, voluntad y difuminar de nuestra mente la idea de “si tú no haces algo por mí yo no lo hago por ti”.

Formas en que actúan las personas emocionalmente generosas

La generosidad emocional nos viene de “fábrica”. Sin embargo, al madurar, al dejarnos envolver en nuestras pieles de adultos responsables, con sus obligaciones y metas particulares, descuidamos este aspecto.

Trabajos de investigación, como los realizados en la Universidad de Stanford, nos recuerdan algo muy importante. La conducta altruista y prosocial ya aparece de manera instintiva en los niños de 4 años. Es necesario favorecerla, potenciarla, tenerla presente cada día en muchas de nuestras actitudes.

Analicemos a continuación cómo son esas personas emocionalmente generosas a las que deberíamos imitar.

Comunicación honesta

La comunicación honesta ni juzga ni infantiliza. Se trata de un tipo de comunicación en la que jamás se culpa a nadie de lo que le sucede y tampoco cae en el error de prometerle a la otra persona que “todo va a ir bien, que eso que teme va a salir fenomenal o que la vida le va a dar todo lo que desee”.

La generosidad emocional brilla cuando la persona es capaz de ofrecer apoyo y cercanía de una manera honesta. Es saber estar para ofrecer a la persona lo que necesite en cada momento.

La disponibilidad emocional

Todos conocemos a esas personas definidas por una clara frialdad emocional. Son figuras no disponibles, muros en los que nos golpeamos porque ni nos ven ni quieren vernos.

Este tipo de relaciones duelen y refuerzan el sentimiento de soledad. Por ello, la generosidad emocional integra en su esencia esa apertura constante, el hecho de ser ese refugio cotidiano al que siempre se puede acudir.

Generosidad emocional: hacer fácil lo difícil

Ser calma en un mundo caótico. Ver mil soluciones ante un solo problema. Mirar las cosas con esperanza y no con catastrofismo… La generosidad emocional facilita la convivencia porque transmite serenidad, optimismo, resiliencia y humildad.

En un mundo con excesiva prisa, muchas presiones y poco tiempo, son más valiosas que nunca las personalidades dotadas de esa generosidad emocional capaces de dejarlo todo un instante para estar con nosotros.

Amigos abrazándose demostrando generosidad emocional

No esperar nada a cambio, el simple hecho de conferir bienestar ya les enriquece

La piedra angular de la generosidad emocional integra un principio: no esperar nada a cambio más que el mero placer de hacer el bien. Esa es la auténtica recompensa y no otra, saber que aquello que se lleva a cabo mejora la vida de alguien y, en consecuencia, la de nosotros mismos.

Lejos de instrumentalizar el altruismo, la bondad o el respeto al otro al esperar beneficio por ello, ser generosos nos hace libres. La generosidad nos libera de resentimientos al no esperar nada. Nos convierte en seres más dignos y felices al traer bienestar a un mundo que espera lo mejor de cada individuo.

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